dijous, 14 de juny del 2012

Mañana en la oficina

Una mañana de oficina es siempre un espacio inesperado vacío de tiempo y de contenido racional. Los pintores presuponen un presupuesto para trabajos de arreglo de canales de desagüe, y se acabaran las goteras. Más tarde, un error informático (de un usuario, porque el programa no se equivoca nunca: está programado para no equivocarse) provoca que una familia observe la inexactitud de un certificado: a ver si se acaban las becas. Hubo también que valorar qué modelo de sobre para la matrícula sería el conveniente, porque los hay de solapa en pico y los hay de solapa recta: ¿abriendo cuál de los dos se siente más feliz un administrativo? Hay que acertarlo, porque estamos hablando de unos 3.000. Antes del encargo de los sobres fue necesario sentarse con las mujeres de la limpieza para concretar su horario del próximo curso escolar, previa consulta con los sindicatos.
Al final de la mañana, los conserjes se vieron desbordados con la organización del millar largo de llavines que abren candados de diferentes taquillas, y por la fianza de 5 euros a devolver por el derecho al uso de cada una de aquellas llaves. La solución fue clara: cada usuario se compraría su candado con su llave, y se acabaron las fianzas y las devoluciones, y quien se lo deje acabado el curso, cizalla y a tomar pol saco.
Al reloj del patio se le cayó el minutero, y el herrero tuvo que arreglarlo en trabajo vertical. Para ser una varilla minutera, medía un metro y se aseguró a un reloj situado a 12m del suelo. Mientras tanto, las excesivas explicaciones al público saturaban la cola de aquellos que querían preinscribirse. Esto pasó, claro, avanzado ya el mediodía, y el remedio consistió, de momento, en inscribir sin condiciones en el ordenador a los candidatos, porque los queríamos a todos. Por lo menos, a los de 1º de Bachiller. ¿O no?